En la época que luego del trueque se dio un valor de intercambio al oro y la plata, resultaba engorroso y arriesgado viajar con tanto peso, por lo que surgieron astutos individuos que odiaban el trabajo y ofrecían guardar esos capitales entregando un certificado de depósito que permitía hacer gastos al viajero, y cuando los rescataba pagaba una comisión.
La experiencia enseñó a esos sujetos que de los depósitos de diversos caballeros se movía solo un 10%, y el 90% restante permanecía largo tiempo en sus manos. Se les ocurrió entonces “prestar” ese 90% en forma de 9 certificados que emitían como reales exigiendo onerosas garantías: terrenos, propiedades, fábricas, talleres, bienes muebles, etc. De este modo fueron enriqueciéndose a costa de los deudores que no podían devolver a tiempo los préstamos, principalmente por lo elevado de los intereses. Y ya pudieron establecerse en grandes locales con lujosas oficinas y muchos empleados, llegando a ser lo que conocemos hoy.
Su único riesgo, mínimo, es que todos sus depositantes exijan el reintegro de sus certificados al mismo tiempo, por lo que no tendrían qué devolver (falta de liquidez). Allí puede producirse su quiebra; no tanto por los malos pagadores, dado que siempre tendrán garantías por valores muy superiores a lo prestado, sino porque no tendrán el oro y la plata que exigirán todos los dueños de los papeles al mismo tiempo. Pero vale la pena, dado que el gran negocio es cuando empiezan a emitir papeles por más del 90% que pueden respaldar, pues al momento que esos certificados (hoy cheques), vuelven los destruyen quedándose con todo lo devengado en intereses.
Más aun, muchas veces quienes devuelven esos certificados son también sus clientes y sencillamente los depositan en el mismo banco, con lo que el ‘dinero’ que circuló sólo existió en los libros del banco. Nunca fue dinero real, ni billetes ni monedas.
Siendo claros, lo que hacen es FALSIFICAR dinero. Los papeles que entregan en préstamo no tienen respaldo, valen sólo por la confianza que tiene el mercado en ellos, nada más. Los falsificadores profesionales van a la cárcel, aunque el monto sea muy pequeño. Los banqueros no, aunque los montos son estratosféricos. Y esto a pesar de que roban a todos los ciudadanos sin que se escape nadie, ya que al aumentar la masa del circulante real éste disminuye su valor por la inflación que desatan. Es como si metieran sus manos en los bolsillos de cada trabajador.
Estos falsificadores impunes descubrieron después que podían manejar las vidas de los pueblos entregando o retirando ese crédito intangible a su antojo. Cuando recibían crédito los fabricantes pagaban sus máquinas, herramientas y servicios, y los proveedores a su vez usaban ese ‘dinero’ en sus negocios, y en gastos personales todos por igual. Así se producía mucho y el comercio tenía buenos stocks de mercaderías.
El público tenía mucho dinero para comprar y los precios subían, había un boom. Al retirar los créditos se producía la deflación porque el dinero para comprar era muy poco y los precios bajaban demasiado. Los empresarios despedían a empleados y obreros, menos gente tenía dinero para seguir comprando, los fabricantes no tenían con qué pagar los intereses que el banco exigía, salvo su producción la que debían liquidar para no perder sus garantías, al final adquiridas a vil precio por los banqueros, directa o indirectamente.
Acaparada ya todas las producciones posibles y expropiadas las garantías, los banqueros volvían a dar crédito, y así pasaban la escasez, la cesantía y la deflación; esta última se convertía otra vez en inflación. Al normalizarse los precios los falsificadores legales vendían las fábricas y propiedades con pingües ganancias. Y empezaba todo de nuevo hasta la próxima crisis, por supuesto planificada por ellos.
Se produce una paradoja: hay crisis porque hay demasiados productos y la gente no tiene dinero para comprarlos, o sea ¡los ciudadanos productores y consumidores cometieron el error de trabajar mucho y bien! Por eso tienen que morirse de hambre junto a graneros y bodegas repletos. Realidad aceptada fatalmente por todos, como borregos.
En resumen, los banqueros manejan las crisis financieras. Y si los bancos están casi todos en un solo tipo de manos, ese grupo de manos anónimas decide cuándo y cómo se vienen las recesiones y las depresiones en todo el mundo. Porque al no poder vender los productos decomisados a los deudores que no pudieron pagar, y al haber cesantía e inflación que reducían el número de compradores, los productos robados legalmente se vendían a otros países. De ahí a que los banqueros de un país le prestaran a otros países sólo un paso. Y así llegó el momento en que ese pequeño grupo que maneja la banca mundial estuvo en condiciones de provocar crisis que afectaran a todo el mundo.
Algunas citas que corroboran lo dicho:
“Permitidme fabricar y controlar el dinero de una nación, y ya no me importa quienes sean sus gobernantes”
Mayer Amschel Rothschild, creador de la perniciosa dinastía.
“Poder inmenso y despótica dominación económica están concentrados en manos de unos pocos. Este poder deviene particularmente irresistible cuando es ejercido por los que, controlando el dinero, gobiernan el crédito y determinan su concesión. Ellos suministran, por así decirlo, la sangre de todo el cuerpo económico, y la retiran cuando les conviene; como si estuviera en sus manos el alma de la producción de manera que nadie ose respirar contra su voluntad” S.S.
Pío XI en su Encíclica “Quadragessimo Anno”. Y el Papa es infalible...
Es decir, todos los gobiernos son meros títeres del Money Power. Especialmente EEUU e Inglaterra ya que ambos hace mucho que entregaron la fabricación y provisión de su dinero a un grupo de banqueros, los cuales además controlan el oro, petróleo y diamantes fijando su precio y cuotas de producción. Porque se creó una fantasía: los gobiernos no pueden ni deben fabricar su dinero, sino pedirlo prestado a entidades privadas que corren con los gastos de fabricación (papel, tinta y obra de mano), pero cobran intereses por su uso; y al fijar soberanamente la cantidad que produce puede aumentar o disminuir el circulante iniciando inflaciones y deflaciones a piacere. En EEUU dicho grupo de bancos se llama Reserva Federal y en Inglaterra engañosamente Banco de Inglaterra.
Los Bancos Centrales dependen del Estado y por ende promueven el interés público, los bancos privados son comerciales y promueven el interés de sus dueños. La ‘Fed’ y el Banco de Inglaterra son 100% privados. Ergo, no pueden perseguir el bienestar de sus conciudadanos, como creen todos los ingenuos demócratas.
Digamos por último que sus dueños y directores no son estadounidenses ni ingleses, ni llaman Patria a ningún país de antes de 1948.
Tal como empezamos terminaremos con una pregunta, sin dar pistas para que cada uno busque su propia respuesta:
¿QUIÉNES serán entonces las cabezas de estas 300 familias?
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