Una enfermera norteamericana que trabajó durante años en el hospital de la facultad de medicina en la Universidad de Stanford en California (Estados Unidos) publicó recientemente un revelador ensayo donde señala cómo se ha venido ocultando, por razones ideológicas, las graves consecuencias para la salud individual y pública de las conductas homosexuales.
El artículo, publicado en español por el Comité Independiente Anti-SIDA, fue escrito por la enfermera profesional Kathleen Melonakos, quien revela lo que ha observado en el mundo de la salud 30 años después de la controvertida decisión de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) de suprimir la homosexualidad como patología, cediendo a las presiones de los grupos militantes homosexuales.
“Trabajé como enfermera durante varios años en los ochenta y noventa en el Centro Médico Universitario de Stanford, donde pude ver algo del daño que los homosexuales hacen a sus cuerpos con algunas de sus prácticas sexuales”, dice el artículo.
“La co-autora de mi propio libro de referencia médica, Saunders Pocket Reference for Nurses, era la jefa del departamento de cirugía en Stanford. Estoy segura, a la luz de mi experiencia clínica, y como consecuencia de haber hecho considerables estudios sobre ello desde ese momento, que la homosexualidad ni es normal ni benigna; más aún, es una adicción letal de conducta, tal como subraya el Dr. Jeffrey Satinover en su libro ‘Homosexualidad y la Política de la Verdad’,” escribe Kathleen Melonakos.
“Por lo que yo sé, no existe otro grupo de personas en los Estados Unidos que muera de enfermedades infecciosas en sus cuarenta y tantos años, que el de los que practican la homosexualidad. Esto, para mí, es trágico cuando sabemos que la homosexualidad puede ser prevenida en muchos casos, o sustancialmente sanada en la edad adulta cuando existe suficiente motivación y ayuda”.
Según la experta, las enfermedades a las que los homosexuales activos son vulnerables pueden ser clasificadas como sigue: Enfermedades clásicas transmitidas sexualmente (sífilis); enfermedades entéricas (infecciones de especies Giardia lamblia, -‘enfermedad del intestino gay’-, Hepatitis A, B, C, D y citomegalovirus); trauma (que tiene como consecuencia incontinencia fecal, hemorroides, fisura anal, edema penil y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida SIDA).
“Mi pregunta principal es: ¿Por qué la homosexualidad no es considerada un desorden simplemente por sus consecuencias médicas? Muy simplemente, una persona objetiva, que tan sólo mire las consecuencias de estilo de vida de la homosexualidad, tendría que clasificarla como algún tipo de patología. ¿Conduce o no a una vida dramáticamente recortada? Los estudios dicen que sí, algunos hasta el 40%, siendo el estudio Cameron sólo uno de otros muchos estudios que sugieren esto. Tomados juntos, estos estudios establecen que la homosexualidad es más mortal que el tabaco, el alcoholismo o la adicción a las drogas”.
Según la enfermera, lamentablemente “hay un elemento de negación, en el sentido psicológico, de lo que las enfermedades relacionadas con el mundo homosexual realmente significan”.
“Existen razones sin ambigüedad –agrega la experta– para pensar que la homosexualidad en sí produce deterioro generalizado en la efectividad y funcionamiento social. Sí de hecho es una adicción letal, y los muchos estudios que documentan los patrones de conducta son correctos (muestran patrones compulsivos de promiscuidad, sexo anónimo, sexo por dinero, sexo en lugares públicos, sexo con menores, drogas concomitantes y abuso de drogas, depresión, suicidio), para que la APA discuta que estas características no constituyen un ‘deterioro de efectividad o funcionamiento social’, extiende los límites de la plausibilidad. Discutir que la muerte temprana no constituye un ‘deterioro de efectividad o funcionamiento social’ es absurdo”.
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